Enrique de Castro: el cura "incómodo" para la iglesia
- saramolinadelgado
- 30 nov 2016
- 7 Min. de lectura
Entro a la casa de Enrique de Castro y me siento en el mismo lugar que tantos periodistas han ocupado antes que yo. Enrique ya está acostumbrado a la prensa, me cuenta que son muchos los que han venido a interesarse por su labor. Sin embargo, es sabido por aquellos que le conocen que no le gusta hablar de él, pero con esta entrevista se abrirá la caja de pandora para mostrar la visión más personal de una vida que se convirtió en una continua labor social desde que en 1971 llegó al barrio obrero de Vallecas.

Enrique de Castro en su casa de Vallecas
Enrique nació en una familia acomodada, pero dejó a un lado la posibilidad de tener una vida fácil y decidió ayudar a los demás. A los 29 años se ordenó como sacerdote y se trasladó a Vallecas. Lo que encontró le impactó mucho, descubrió una vida totalmente distinta a la que había tenido.
Pero en cierta manera le atraparon los encantos de este barrio obrero de Madrid. Un mundo que era de segunda categoría para la sociedad en la que se había criado, pero en el que descubrió los valores que el buscaba: la sinceridad, la espontaneidad, la humanidad… Aunque también la injusticia.
Durante estos cuarenta años, Enrique ha tenido que enfrentarse a la marginación social, a la drogadicción… pero también a la policía, a los jueces, e incluso a la Iglesia, que se mostraba indiferente ante la situación de las personas que más la necesitaban.
Pregunta: ¿Qué es para usted la Iglesia?
Respuesta: Es complicado. Hay dos tipos de fe: una cosa es la fe religiosa y otra la fe humana. La fe religiosa es creer en lo que no vemos; pero nosotros creemos en lo que vemos, en las personas, en la lucha, en que podemos hacer cosas…
Jesús crea un estilo de vida, una comunidad de solidaridad, de ayuda en la lucha por la justicia. El que yo sea solidario con alguien que está mal me lleva a la luchar contra la injusticia que padece esa persona. Esta iglesia no es la que encarna el Vaticano, que es una concepción de poder que actúa como una institución de poder: margina, separa, clasifica... La Iglesia vaticana se presenta con un cuerpo de doctrina, de moral y con un dogma que ahuyenta a la gente. Los que vivieron acostumbrados tienen una especie de refugio, pero para la gente joven y muchos adultos está obsoleta… Esto ya se va a ir acabando.
P: ¿Sigue teniendo fe en ella?
R: Yo tengo fe en la concepción que yo tengo de ella, no puedo tener fe en una iglesia que más divide que une.
P: Entonces, ¿Piensas que se va a acabar?
R: No lo sé, una institución de poder es difícil que cambie porque se aferra a él, ese es el gran error. Yo no espero si viene un papa que cambie las cosas, ni con este ni con ningún otro.
No espero nada de la Iglesia. No es compatible ser buena persona y mantener las cosas como están.
P: Pero, ¿si no te gusta la Iglesia porque eres cura?
R: (Silencio sugerente) ¿Y si no te gusta tu familia te sales de tu familia? ¿Y si no te gusta tu país? ¿Tú has elegido tu religión o has nacido en ella? – Me pregunta- Yo estoy implicado con la gente, yo no defiendo a la Iglesia (ríe). Hubo un momento que nos quisieron cerrar la parroquia y hubo batalla. Imagínate que me llegan a echar de cura, yo no me he ido, allá ellos. Yo no tengo porque irme, he podido tener desencuentros con sectores de mi familia pero sigo estando dentro de ella. Yo puedo no estar de acuerdo con el gobierno de España pero ¿qué hago? ¿Me hago africano?
P: ¿Crees que puedes cambiarla desde dentro?
R: Si estas dentro es porque piensas quepuedes cambiarla desde dentro, sino me hubiera planteado el irme. Pero yo creo, que las cosas se cambian por abajo y no por arriba.
A hechos consumados, yo me he quitado el capisayo. Creo que todos los curas y los obispos tendrían que quedarse en pelotas; sin capisayos, sin rimbombancias, sin esos ropajes que parecen versallescos. Todo esto tiene la simbología de los ricos. Deberían vestir normal, como vive y viste la gente porque nadie es más que nadie. Pero yo no puedo obligar a que ellos se lo quiten, pues me lo quito yo.
Tú entras a una misa y solo habla el cura, en mi parroquia hablan todos.
P: Pero ahora las misas son un poco más abiertas, hay más interacción ¿no crees? En la última misa en la que yo estuve fue una comunión y los niños hablaron en ella, por ejemplo.
R: ¿Los niños, no? ¿Y por qué no los adultos? Como son niños tienen una cierta tolerancia. En cuanto sean adultos nada y si son mujeres menos. El poder no se puede cuestionar.
Mira, la primera vez que yo di la palabra en la Iglesia, leí el evangelio y pedí la opinión de los que habían acudido a la misa. Hubo un silencio de estos horribles y todos miraban para abajo. Y una mujer vino hacia mí y comenzó a hablar: “Los curas siempre habéis estado al lado de los ricos, pero ahora venís vosotros y decís que os tuteemos, que no hay Don ni Padre; trabajáis para ganaros el sueldo y vivir como nosotros porque no queréis vivir de la Iglesia; nos decís que todo es gratis, ¿Y hoy queréis que hablemos? ¿Cuánto va a durar esto… o nos vais a engañar de nuevo? Fue un ataque hacia mí y dije olé tus narices.
P: ¿Alguna vez ha dudado de su fe en Dios?
R: Yo no creo en el Dios todopoderoso y moralista de la Iglesia católica; yo creo en el Dios de Jesús. Él es entrañable con la gente, lucha y sufre por ellos. De ese no he dudado.
“Me pidieron que firmara un escrito del papa Benedicto XVI contra la homosexualidad porque era una degeneración de la naturaleza”
P: ¿Qué le ha impulsado a defender temas que pueden ser considerados “tabú” para la Iglesia, como el derecho al aborto, el uso del preservativo, la abolición del celibato…? Cuando usted sabía que esto podría traerle consecuencias…
R: La Iglesia se ha dedicado a dogmatizar y a moralizar. Esto es mantener un área de poder sobre las conciencias de la gente, que es el mayor de los poderes. Jesús nos enseña a acoger y amar, no a condenar. Él no crea códigos morales en el evangelio, mucho menos sexuales. Por esto, con los matrimonios gays tendríamos que alegrarnos y yo defendí eso.
Después me llamaron para pedirme cuentas. Ya me han llamado unas cuantas veces (ríe). En este caso, me pidieron que firmara un escrito del papa Benedicto XVI contra la homosexualidad porque era una degeneración de la naturaleza.
Me pidieron que lo firmara para estar en comunión con el obispo y el cardenal y yo dije: “no voy a firmar para estar en comunión con ustedes si estoy en excomunión con mi gente”. Me dieron 15 días para contestar y no contesté.
P:¿Qué es lo más duro de vivir ayudando a los demás?
R: Yo no encuentro nada malo. Mira, con respecto a esto me acuerdo de una frase que se repetía cuando llegué a Vallecas: “Hacer la opción por los pobres”. Y yo digo que no, que esto no es obligarte. Para mí, ayudar es consecuencia del enamoramiento. Tu estas con gente, te enamoras de esa gente y que no te la toquen. Una persona que se casa y tiene hijos no hace una opción por sus hijos. Y que no se los toquen porque pelean.
P: ¿Qué es lo más bonito de vivir así?
R: Vivir enamorado es muy bonito (sonríe).
“He sentido un vacío en algunos momentos en los que pensaba: me estoy quedando sin nada de lo que me han enseñado toda la vida”
P: ¿Ha sido su vida como usted había imaginado cuando se mudó a Vallecas?
R: No, no, Vallecas ha sido sorpresa permanente. Cuando yo llego aquí la JOC (Juventud Obrera Cristiana) que era el foco más izquierdista de la Iglesia tenían un lema que era: “ver, juzgar y actuar”. Yo al cabo de unos años me di cuenta de que aquí lo primero es actuar y luego juzgar y ver. Si de repente ves a la policía que te detiene a un chaval o que le han pegado a un tiro, tú sales corriendo detrás. Si tienes que esconder a un chaval siempre lo primero es hacerlo. Después juzgas lo que has hecho.
P: ¿Cómo ha cambiado su forma de pensar desde que empezó su labor?
R: Ha cambiado mucho, se me han ido cayendo los esquemas, las concepciones que yo tenía… Yo he dicho que he pasado dos seminarios en mi vida: uno el de la carrera y otro el de la calle. En el segundo aprendes tanto, que nuestras carreras no tienen ningún sentido y lo aprendes todo después. Este segundo seminario ha sido de una riqueza increíble, la que me ha dado la gente.
P: En una entrevista usted dijo que todas las personas somos capaces de vencer nuestros miedos… ¿A qué le tiene miedo Enrique de Castro?
R: He tenido miedos a lo largo de mi vida ya lo creo. Un día fueron a detenerme por una homilía que habíamos hecho contra las últimas ejecuciones del franquismo.
Detuvieron a varios compañeros míos; eso sí, no a los más de cincuenta curas que habían participado porque no querían un escándalo. Estuve escondido una noche y lo pasé fatal así que preferí entregarme. Aunque tenía miedo, siempre he preferido ver al enemigo de frente.
También he tenido miedo a criticar a la Iglesia, a dejar los dogmas. He sentido un vacío en algunos momentos en los que pensaba: me estoy quedando sin nada de lo que me han enseñado toda la vida. Eso da vértigo. Pero hay que superar los miedos.
En la vida tenemos miedo a muchas cosas y crecemos y seguimos teniendo miedo. Ahora sigo teniéndolo (silencio) tienes miedo a enfrentarte con cosas, aunque a veces piensas: es mejor dejarlo pasar, ya has luchado mucho.
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